Si algo caracteriza las preocupaciones de los profesionales del trabajo social y educativo en estos momentos, cuando se habla de prevención de las inadaptaciones sociales, es la carencia de recursos y servicios que permitan tratar correctamente las situaciones de inadaptación -en un nivel de prevención terciaria- y que posibiliten detectar de forma precoz esos procesos para poder actuar sobre ellos en una fase incipiente de su desarrollo -nivel de prevención secundaria-.
La prevención primaria, en parte por su complejidad y en parte porque ha sido formulada en reiteradas ocasiones y en determinados ámbitos como un cambio de la estructura social que impida y corrija los defectos de nuestro sistema socio-económico», se dibuja más como un horizonte inaccesible y utópico, que como una meta a la que tender. En consecuencia, existe una amplia coincidencia sobre lo que es preciso hacer para actuar preventivamente: «Crear recursos y servicios que atiendan los problemas de inadaptación». Esta coincidencia se fundamenta en un común denominador que subyace en todas las opciones metodológicas, muchas veces contradictorias entre sí, que se formulan habitualmente. Ese común denominador en el concepto mismo de reeducación.