— Galicia

Infancia en desamparo

El País, Galicia (11-4-2008)

El 7 de Abril, el Valedor do Pobo hizo público un informe extraordinario, elaborado en 2006, denominado Menores vulnerables: desprotección e responsabilidade penal que diagnostica el estado de la atención a los menores en Galicia.

De las conclusiones del informe me interesa destacar, especialmente, las tres referidas a la atención a menores en situación de desamparo: (1) las excesivas oportunidades que el sistema tutelar da a las familias biológicas hasta considerar acreditado su desinterés por sus hijos, (2) la prolongada estancia de los menores en instituciones y (3) la correlativa escasa utilización del acogimiento familiar como solución al problema.

La resistencia de las instituciones gallegas implicadas en la protección de menores a utilizar las alternativas familiares y sociales a los casos de desatención y desamparo infantil es inveterada.

En el año 1980, trabajando en el Tribunal Tutelar de Menores de A Coruña con el Magistrado Claudio Movilla, el caso de una niña de 11 años, embarazada por el amante de su madre -con el que convivía-, y cuyos abusos fueron ocultados por la mujer, puso en crisis los medios de que disponía el Tribunal para ejercer la guardia y custodia tras retirársela a la madre. La única solución local era ingresar a la menor en un centro de adolescentes porque los adecuados para su edad no aceptaban a una niña embarazada. Por fin se consiguió que una familia catalana acogiera temporalmente a la menor ya que la Diputación de Barcelona había desarrollado un sistema de acogimientos familiares temporales a través de una organización social.

Los años 80 vivieron un gran dinamismo en la búsqueda de alternativas de atención a la infancia desprotegida, y el debate entre las soluciones residenciales y las familiares quedó subsumido en uno más determinante: la profesionalización y tecnificación de los servicios tutelares.

En ese sentido, el camino recorrido ha sido mucho, y hoy, desde un punto de vista técnico, es indiscutible que el protocolo correcto para abordar la desatención infantil se resume en dar apoyo a las familias en riesgo social para que puedan ejercer sus funciones tutelares y educativas con respecto a sus hijos; procurar que, si tal cosa no diese resultado o fuese imposible, los menores sean atendidos de forma temporal por miembros de su propia familia “extensa” (tíos, abuelos) o de otras de acogida mientras se continúa con un riguroso trabajo social con sus padres; y que, si la situación con la familia biológica es irreversible, los menores sean integrados en familias adoptivas.

Este protocolo es, sin embargo, muy exigente en recursos técnicos. Casi todos sus elementos dependen, para ser exitosos, de una competente actuación profesional, administrativa, jurídica y jurisdiccional; requieren constancia, paciencia, coordinación y celeridad, virtudes muy poco frecuentes tanto en los ámbitos públicos como privados.

Sin embargo, Galicia ha conseguido un gran predicamento en ese aporte técnico. En concreto, la Fundación Meniños, nacida en 1996 por iniciativa del Colectivo Galego do Menor, se ha especializado en gestionar integralmente ese protocolo, y hoy desarrolla su actividad en Galicia, Asturias y Madrid. En 2007, la Fundación atendió en sus programas a 1.664 menores y a 1.079 familias.

Pues bien, Meniños ha presentado el pasado mes de diciembre la “Guía del Acogimiento Familiar”, financiada por el Instituto Madrileño del Menor y la Familia y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, y con la colaboración del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. La guía explica las diferentes modalidades de acogimiento, describe el procedimiento que ha de seguirse y proporciona respuestas a las dudas y consultas más habituales.

Ese aporte técnico, entre los otros disponibles, y el Plan Estratéxico da Infancia e Adolescencia 2007-2010, puesto en marcha por la Vicepresidencia de la Xunta, deberían permitir revertir el diagnóstico del informe del Valedor en un plazo corto, porque el propósito de crear una sociedad que asegure un buen trato a la infancia no es “buenismo político”, sino mero ejercicio de un inteligente pragmatismo.