Liv Ullmann y León Tolstoi

He visto con interés una serie documental sobre Liv Ullman, la actriz noruega que llenó mi adolescencia y juventud con su rostro adorable, ingenuo y significativo en filmes tan memorables como Gritos y Susurros, Sonata de Otoño o Secretos de un matrimonio.

La serie se titula El camino menos transitado, y se compone de tres episodios: el primero aborda el trabajo de Liv como actriz; el segundo, como autora y directora; el tercero, como mujer comprometida con el estado del mundo.

A lo largo de los documentales, la figura de Liv Ullmann, envejecida con una elegancia y serenidad admirables, va ganando cuerpo y distanciándose de la imagen dependiente y auxiliar respecto a Ingmar Bergman que tanto la ha caracterizado.

Un momento especialmente revelador de la profundidad de la actriz y autora se da en el tercer episodio. Después de ver imágenes suyas en entornos de miseria y padecimientos como embajadora de UNICEF, Liv reflexiona sobre su experiencia y decide leer ante la cámara el siguiente párrafo de León Tolstoi, uno de sus escritores favoritos:

Estoy sentado en la espalda de un hombre
asfixiándolo y haciendo que me lleve.
Y, sin embargo, no dejo de repetirme a mí mismo y a los demás
que lo siento por él y que ojalá pudiera hacer algo
para aligerar su carga,
pero sin bajarme de su espalda.

Difícilmente se podrían expresar mejor los límites de la empatía humana y la agudeza de la Ullmann para percibirlos.