
19 Oct Las preguntas fuente de las historias
Fotografía: Denís Estévez
Para desentrañar la ignorancia tenemos el arma de las preguntas.
Creo que las preguntas son más importantes que las respuestas: éstas raras veces son definitivas, firmes; cambian con el tiempo y con el estado de conciencia del individuo o la comunidad; nunca se pueden asumir como definitivas; son tan perecederas como nuestra vida.
Sin embargo, las preguntas esenciales permanecen más estables porque la duda y la incertidumbre, insaciables, también lo hacen.
Así, aquéllas siempre son necesarias, siempre están vigentes.
La interrogación presupone la existencia de dos polos de comunicación, el interrogador y el interrogado. La pregunta da pie al diálogo, bien con otros o con uno mismo. Esa dualidad orienta nuestro pensamiento y hace progresar nuestras búsquedas, pero sólo si la cadena de preguntas mantiene su calidad y su pertinencia para cuestionar cada nueva respuesta.
Acertar con la formulación de la pregunta es, en consecuencia, la forma fundamental de luchar contra la ignorancia. Eliminar cualquier equívoco, reducir a la nada toda ambigüedad; ir al centro de la duda, despejar las veladuras que la rodean y pueden confundir la búsqueda de respuestas es la puerta hacia la sabiduría. Es la calidad de la pregunta lo que hace que nuestro poder para clarificar las tinieblas que rodean nuestro espíritu sea más o menos eficaz.
Mi proyecto Discurso de la ignorancia parte, así, de nueve preguntas que he ido decantando con calma, durante años, y que centran los intereses de mi búsqueda literaria.
Esas nueve preguntas, que no son las únicas que podría formular, pero que indagan en mis preocupaciones más relevantes, la naturaleza del Yo y del Arte, son las siguientes:
¿Somos lo que creemos ser?
¿Comenzamos al nacer, o al ser concebidos, o venimos de mucho antes?
¿Cuál es el individuo o dónde está la individualidad?
¿Son las circunstancias determinantes o no? o ¿Yo soy Yo y mis circunstancias o mis circunstancias son mi Yo?
¿Es la creación un acto individual o colectivo?
¿Mejoramos o empeoramos? Es decir, ¿progresamos en línea recta o avanzamos para retornar?
Al morir, ¿acabamos o continuamos? o, mejor, al morir, ¿cómo acabamos y continuamos?
¿Por qué las narraciones tienen más fuerza que los conocimientos?
¿Por qué la vida nos resulta insuficiente?