Kolymá: el horror como fuente literaria

Fotografía: Denís Estévez

Kolimá es el nombre de un río que discurre por dos mil quinientos kilómetros de las tierras más nororientales de Rusia y desemboca en el golfo de Kolymá, en el mar de Siberia oriental, en el océano glacial ártico.

El río está congelado a varios metros de profundidad ocho meses al año.

El río da nombre a una región, buena parte de ella más allá del círculo polar ártico, y que está más al norte de Mongolia, China y Corea del Norte, y llegaría a tocar suelo del estado norteamericano de Alaska si no lo impidiese el estrecho de Bering.

Esa tierra de hielo es rica en minerales, y, en concreto, en oro, pero es tan inhóspita, con habituales temperaturas de entre 20 y 30 grados bajo cero y picos de alrededor de 50, que no comenzó a ser explotada hasta inicios del siglo XX.

Desde 1906 y durante tres años, empresarios estadounidenses estuvieron extrayendo oro con métodos industriales.

En 1916 los buscadores de oro rusos comenzaron la prospección minera, y la primera entrega de metal se documentó en 1928, ya triunfante la revolución soviética.

La URSS, a causa de la Gran Depresión en Occidente que hacía la relación entre el oro y la maquinaria industrial excepcionalmente favorable, estableció un modelo de explotación minera radicalmente diverso al de los aventureros y buscadores individuales para financiar su ansia de industrialización.

A través de un consorcio creado ad hoc, denominado Dalstroy, se trató de obtener la cantidad máxima de oro en el menor tiempo posible y usar esa estructura como base para una mayor explotación a largo plazo del territorio.

En noviembre de 1931 Iósif Stalin firmó un decreto por el que Dalstroy pasaba a depender exclusivamente del Comité Central del PCUS y no de los ministerios y agencias intermedias. En 1932 también Stalin firmó otro decreto creando el Distrito de Dalstroy, territorio que se convirtió de facto en un estado independiente de un millón de kilómetros cuadrados donde, en lugar de la Constitución y la Carta del Partido, regían las órdenes e instrucciones del comandante superior.

El modelo de Dalstroy implicaba el uso de prisioneros para la realización de los trabajos.

Desde 1932 los prisioneros llegaron regularmente en barcos que partían de Vladivostok y navegaban cinco días hacia el norte hasta Magadán, cabeza más sureña de la región.

Desde Magadán al mar de Siberia oriental había otros dos mil kilómetros de distancia, la gigantesca tierra de Kolymá.

En ese territorio se fueron creando infraestructuras, como el puerto marítimo de Nagáyevo, 600 kilómetros de autovía hacia el norte y carreteras hasta las minas, que proliferaron hasta conseguir una extracción intensiva de oro.

A partir de 1937, el terror rojo, con sus represalias masivas hacia los elementos contrarrevolucionarios, saboteadores, terroristas, espías y otros enemigos públicos, dio una vuelta a la actividad de Dalstroy, convirtiéndolo en un eslabón más de esa política de represión.

La represión pivotaba sobre la explotación del trabajo. Las jornadas se prolongaban más allá de 8 horas, a veces hasta 14; las raciones de alimentos, que dependían directamente del rendimiento laboral de los reclusos, a menudo no reponían el gasto calórico producido por el trabajo lo que, inexorablemente, conducía en poco tiempo a la extenuación, a la enfermedad y, finalmente, a la muerte.

Las normas de producción y alimentación se establecieron sin tener en cuenta las condiciones climáticas de Kolymá: los trabajos sólo se suspendían si las temperaturas bajaban a más de 45 grados bajo cero en las zonas costeras y a más de 55 grados en las minas de monte.

En 1941 los trabajadores estaban obligados a lavar de 3 a 8 gramos de oro por día. No cumplir con esa norma, si se reconocía como incumplimiento intencionado, se calificaba como sabotaje, se castigaba con distintas penas y podía suponer la ejecución del infractor.

A finales de 1940, Dalstroy se convirtió en el campo más grande de los organismos de represión y producción del sistema soviético totalitario realizando con éxito las tareas establecidas por Stalin: entre 1932 y 1940 se extrajeron 350 toneladas de oro, lo que permitió comprar en el extranjero la maquinaria industrial necesaria para crear un potencial militar poderoso.

Sin el oro de Dalstroy en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética no podría haberse convertido en tan poco tiempo en una potencia industrial y estar preparada para afrontar los nuevos desafíos bélicos.

Además de los disidentes internos, y especialmente a raíz de los avatares de la Segunda Guerra Mundial, el flujo de presos creció con polacos, estonios, letones, lituanos, ucranianos, bielorrusos y japoneses.

La flota de transporte llevaba hasta el helado país del Norte su carga humana sólo con billete de ida. Muy pocos pudieron sobrevivir, y los que lo consiguieron quedaron generalmente inválidos, víctimas de congelaciones severas.

La mayoría descansa en las fosas comunes, excavadas en el permafrost, congelados e incorruptos bajo montones de piedra, o llevados por el deshielo de primavera hacia el océano Ártico.

Los ciudadanos de la Unión Soviética temían a Kolymá más que a ninguna otra región del Archipiélago GULAG (acrónimo de Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correcional): Kolymá znáchit smert, Kolymá significa muerte, se decía en la época.

Stalin murió en marzo de 1953 y su sucesor, Lavrenti Beria, amnistió a los reclusos de los campamentos de GULAG, lo que colapsó la industria minera, cuyo modelo estaba necesariamente vinculado al suministro anual de presos.

Dalstroy fue disuelta en 1956.

En sus 25 años de existencia, Dalstroy fue lugar de residencia para al menos 800 mil personas. En total, más de 2 millones de presos fueron enviados a Kolymá y Chukotka, donde había otros campos GULAG.

Tras vivir como recluso en ese atroz entorno durante 16 años, Varlam Shalámov sobrevivió y creó una de las obras más grandiosas de la literatura del siglo XX: Relatos de Kolymá.

Fuentes: Relatos de Kolimá, Varlam Shalámov, Literatura Mondadori 1997; Realidades de Kolimá, el sistema de trabajo de los presos de Stalin y su importancia, Alla Ovchinnikova, Eulixe. 2019